Terentia por Loius Hierle, pintor francés s.XIX, https://commons.wikimedia.org/derechos de Alamy
Terencia fue la esposa del patricio romano Cayo Cilnio Mecenas, quien fuera un destacado político, gran patrocinador de las artes y amigo cercano desde su infancia del que sería con el tiempo el emperador Augusto. Aunque hay muy pocos registros históricos sobre la vida de Terencia, se sabe que su esposo fue una figura influyente en la sociedad romana de la época y que ella misma probablemente tenía una posición destacada en la sociedad como su esposa.
Según las pocas fuentes que existen, Terencia y Cilnio Mecenas tuvieron una relación muy cercana. Cilnio Mecenas a menudo se refería a ella en sus escritos y se cree que ella influyó en algunas de sus decisiones políticas. También se sabe que Terencia y Cilnio Mecenas no tuvieron hijos, lo que ha llevado a especulaciones sobre su relación y su posible infertilidad.
Terencia vivió durante un momento crucial en la historia de Roma, durante el reinado del primer emperador romano, Augusto. Durante este tiempo, Roma estaba en proceso de transformarse de una república a un imperio, y el papel de los patricios como Cilnio Mecenas en la sociedad romana estaba cambiando rápidamente. Como esposa de Mecenas, Terencia probablemente tuvo acceso a los círculos políticos y culturales más influyentes de la época.
Aunque su papel en la historia de Roma es relativamente pequeño, Terencia representa a muchas mujeres de la época que no fueron documentadas por la historia. Como esposa de un hombre influyente en la sociedad romana, es probable que tuviera cierta influencia y estuviera involucrada en algunas de las decisiones y actividades de su esposo. Aunque hay muy pocos registros históricos sobre su vida, se puede inferir que Terencia fue una figura importante en la vida de Cilnio Mecenas y que su relación fue cercana y significativa para ambos.
El hombre detrás de la domus.
Para la posteridad ha legado su nombre como sinónimo de protector de las artes y las letras, pero lo cierto es que tenía mal encaje en la domus Augusta (Augusto era amante de su mujer Terencia) y cayó en el ostracismo años antes de la desaparición de Agripa. A pesar de todo, prestó grandes servicios al “emperador” y éste lloró su muerte. Mecenas le había legado toda su fortuna y propiedades.
Cayo Mecenas aparece en la historia el día de los idus de marzo. Cuando han asesinado a Cesar y protege a su sobrino nieto Octaviano del peligro que le acecha. El futuro emperador no olvidará jamás ese gesto.
El ámbito artístico de la época de Augusto está dominado por la figura de Mecenas. Jean Marie André, uno de sus mejores biógrafos, sostiene que “Mecenas ha jugado en el florecimiento de la poesía augustea un papel tan importante que sin él, el siglo de Augusto no habría existido”. Mecenas no sólo protegió a escritores y poetas, como lo demuestra la exquisita selección de obras plásticas de todo tipo que adornaban los jardines de su casa en el Esquilno, fue también un hábil político, consejero y diplomático.
Mecenas era originario de una familia que por línea materna provenía de la región el actual Arezo, en Italia. La familia de su madre descendía de la nobleza etrusca. Su pertenencia a una clase relevante aparece mencionada por su círculo, aunque no abundan los datos sobre su origen. Era rico antes de conocer a Augusto, pero lo fue mucho más cuando este ascendió al poder. Su abuelo había sido mencionado por Cicerón en un discurso famoso como un hombre de fortuna. Mecenas pareció no tener más ambiciones políticas y se dedicó a gozar de su fortuna.
Su cercanía con Augusto le permitió escalar en influencia en el Estado. Una de las características de la relación entre mecenas y Augusto estará marcada por la idea de fides, la fidelidad. Inquebrantable hasta bien avanzados en años, los unía una amistad desde muy jóvenes. Nunca le pidió nada a cambio. Igual hizo con los artistas de su círculo, a los que no obligó a seguir ninguna de las instrucciones que a través suyo le hacía llegar el propio César.
No obstante, su falta de ambición pública no fue óbice para que Mecenas no amasase una inmensa fortuna y poder. Sus posesiones eran extensas y llegaban hasta Egipto. Se cuenta que había un vino que circulaba con Roma con su nombre. Generoso, le regaló una finca en la Sabina a Horacio, allí este escribió parte importante de su obra. Mecenas estuvo tras el programa político de Octavio antes de ser emperador.
Por cierto fue una buen consejero y un buen amigo de César, pero no olvidemos que fue también su ministro de cultura o, mejor escrito, su ministro de propaganda. Se ha comparado su papel en la promoción de la gloria de Roma a través de la literatura con el del propio ministerio de propaganda de la Alemania nazi.
Mecenas reunió en torno suyo a un selecto plantel de poetas, muy exclusivo además. Ellos contribuyeron a construir un relato heroico sobre el nuevo príncipe, Al tiempo que nos dejaron alguna de las obras más importantes y fundamentales de la cultura occidental.
Pero la literatura clientelar del círculo de poetas en torno a Mecenas, no era algo nuevo en Roma. La relación poeta-patrón era bien conocida en el mundo heleno también. Los artistas sabían de la existencia de este binomio que proporcionaba beneficios mutuos. Los artistas sabían que si se dedicaban a las musas bajo el amparo de un protector que podía proporcionarles un agradable sustento para dedicarse exclusivamente al cultivo de la literatura, del mismo modo como los protectores sabían también para que su nombre perdurará en prosperidad, debían hacerse notar como patrocinadores de artistas y poetas en particular que estaban dispuestos a producir para ellos.[Arcaz, J. L. (2018). Mecenas, amigo y protector de poetas, Madrid.
Augusta, L. p. (2014). Mecenas o el poder de las artes.]
Hubo otros patrones y otros círculos antes del que patrocinó el propio Mecenas. Roma estaba acostumbrada a que el poder estuviera cerca de la literatura. Y viceversa. Los nobles y aristócratas acostumbraban escribir como afición, Julio Cesar es un buen ejemplo.
Mecenas pasó a la posteridad como sinónimo de generosidad para los cultivadores de las letras. Dedicó su fortuna a proteger a escritores y artistas, quienes estuvieron por lo demás, siempre dispuestos a reconocérselo. Con este gesto el ciudadano romano pasó a ser considerado el primer mecenas de la historia, iniciando a partir de su vida la historia del mecenazgo en el arte occidental, especialmente cuando en el Renacimiento se re-descubrió su figura y se la usó como fuente de inspiración por los nobles y patricios de una Italia que se despertaba lentamente del “otoño de la Edad Media”.
A pesar de tener múltiples amantes de ambos sexos, estuvo casado con Terencia con la que pasó media vida discutiendo, aunque siempre acababan reconciliándose. Hay amores que hacen daño. Aquí aparece el motivo por el que las relaciones con Augusto se enfriaron hacia 23 a.C. Aunque Arcaz cita el episodio de la traición de Murena (hermanastro de Terencia), como la causa de la desafección de los amigos, refiere además a unos versos que le habría dedicado Horacio a la esposa de Mecenas, la bella Terencia a quien el poeta insigne identifica como su Licymnia.[Hay un desarrollo de este asunto en Pederna, Soledad. “Dulcis Cantus en la Oda II, 12 de Horacio. Revista Auster, 2011 (16) p. 81 a 90
http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/39954/Documento_completo.pdf?sequence=1&isAllowed=y]
La mujer y la cultura en los tiempos de Terencia
El excelente retrato de los personajes que estamos nombrando que hace el famoso arqueólogo austriaco Bernard Andreae, autor de algunas de las más célebres interpretaciones del arte romano clásico, permite también apreciar la incidencia de las mujeres en el espacio público / privado romano.
“Con la muerte de César y el ascenso de Octavio Augusto, primer emperador romano, la transformación política y social comienza a tomar forma también en la vida de la mujer romana. Livia Drusila, segunda esposa de Augusto y para muchos historiadores la responsable del éxito de este emperador, se nos presenta como la gran mujer que hay detrás de cada gran hombre, pero también como la “más influyente, interesante y ambiciosa y a la vez respetable de toda la historia romana”. La influencia de Livia en el largo periodo de gobierno de Augusto fue evidente; su empeño por hacer de su hijo Tiberio el sucesor del emperador no tuvo rival; ni las Julias, la hija y la nieta de Augusto, ni Octavia, hermana de éste, pudieron competir en inteligencia, astucia y destreza con Livia, quien se encargó de abrir camino a Tiberio para hacerlo emperador. Las mujeres de este periodo están retratadas con tal precisión por los antiguos que inevitablemente nos recuerda la sensacional novela histórica de Robert Graves, Yo Claudio”.[Valdés García, Hilda Julieta. Posadas, Juan Luis. Emperatrices y princesas de Roma. (2009) Madrid, Raíces, 239 pp. Nova Tellus, vol 27, n°2, Mx.
https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-30582009000200010]
Es bien sabido que las mujeres tenían la condición social de sus padres o maridos y a través del matrimonio se procuraban una honorabilidad propia que era muy apreciada en la sociedad romana (honor matrimonii). Aunque no constituían un grupo o clase social con rasgos distintivos, llama la atención que algunos textos contemplen el círculo de las mujeres casadas de la alta sociedad como otro de los “ordines” sociales, el ordo matronarum, un dato que pone relevancia a que mujeres con iniciativa propia en temas políticos no son inusuales en este período.[CASTÁN, Santiago. El papel de la mujer romana en la política del s. I a. C. ¿Influencia política, participación indirecta o influencia social?. 570 y ss.]
Allí esta Cornelia, hija del gran Escipión “El Africano” y madre de los hermanos Graco, con quienes empezaron las luchas partidistas que dieron origen a la crisis política republicana. Plutarco menciona también a Precia, que en la década de los setenta del último siglo antes de nuestra era dispuso de una enorme influencia política por sus lazos con los hombres poderosos del momento (Cetego y Lúculo). En esta época también sobresale en el plano político el oscuro papel jugado por Sempronia en la conjuración de Catilina, esposa de Décimo Junio Bruto (cónsul en el a. 77) y madre de Décimo Junio Albino, uno de los asesinos de César.
Castán destaca a una las mujeres más singulares de la República, Fulvia Flaca Bambalia, viuda del tribuno Clodio, el conocido agitador de mediados del s. I a. C., y casada posteriormente con Marco Antonio. Otra de las matronas modélicas del final de la República fue Octavia, que merece una mención propia. ¿Y qué decir, precisamente, de Livia Drusila en términos políticos, la última mujer decisiva de la República y la primera del Imperio?
La mujer del mecenas, no sólo debe serlo, sino parecerlo.
Hay otra Terencia en la misma época, la esposa de Cicerón de quien se divorció en el 46 a.C. La nuestra, casada por Mecenas en la cincuentena, es la misma que varios mencionan como repudiada y embargada (hasta el punto de que el problema de su dote constituye aún un rompecabezas jurídico), hay algo de literatura sobre ella, tanto más abundante cuanto más nos acercamos a la que Horacio identificó con la Licymnia de sus Odas.
Apasionada por el baile. Se cree que Licymnia era el seudónimo de Terencia. Una hetaira que arrastró en su tiempo el descrédito asociado a un origen turbio en su pasado. Hay quienes postulan que el poeta dibuja, por así decirlo, en la transparencia, a Terencia como la concubina de Mecenas. Una suerte de Pigmalión romana que fue distinguida y educada por Mecenas.
Parece ser que Terencia siempre despreció, sus deslices suelen ponerlo en una postura ridícula. Imaginamos al atractivo cincuentón que descubre a la pobre joven a la que ama, pero Terencia sigue a Augusto en la Galia. Fueron amantes durante años.
Son numerosas las fuentes que insisten en que parece ser que Terencia mantuvo un largo affaire con el Príncipe, lo que aparentemente no molestaba a Mecenas, tal como a Pushkin parecía no incomodarle el permanente flirteo del zar Nicolas I con su mujer Natalia Goncharova.[Cfr. Sebag Montefiore, S. (2016). Los Romanov (1613-1918): Critica. Pp 441 y passim.]
Terencia infiel se vuelve más atractiva que nunca! Se divorcia, se vuelve a casar, se vuelve a divorciar. De allí el sarcasmo de Séneca sobre el que se ha casado (1 mil veces) con la misma mujer.
Hermosa y arrogante, Terencia se esforzó en mortificar a su esposo con sus frecuentes devaneos sentimentales. Grimberg (1966) apunta que se había casado con ella siendo ya un hombre mayor, mientras Everitt (2008) relata que siempre la pareja estaba discutiendo, pero Mecenas sentía tal debilidad por ella que siempre acababa perdonándola. Las fuentes coinciden en la belleza de la joven esposa del rico patricio. También apuntan a las risas que esta situación provocaba en la sociedad romana.
Parece que se divorció y volvió a casarse con Terencia una veintena de veces, lo que hacía decir a Horacio: —No se puede vivir con ella ni sin ella. Mecenas era un gran vividor, amante de los placeres y la tranquilidad. Decía: —Me da igual quedarme impotente, ser lisiado, gotoso, cojo o manco; lo que me importa es vivir. Y a Augusto le aconsejó: —No abuses de tu poder. Cuanto mayor es el poder más límites debe imponérsele.
Aunque estaba sometido a su mujer, Mecenas no era monógamo. Tuvo muchas aventuras amorosas, incluyendo una con el famoso actor Batilo (Everitt, 2008), un esclavo liberado amigo de Octaviano.
Hasta donde se sabe, Batilo de Alejandría fue un mímico famoso nacido en Alejandría, que vivía en el siglo I a. C., que, junto con Pílades, introdujo su arte en Roma, sobresaliendo en el género cómico, mientras que Pílades cultivó el género dramático. Ambos en colaboración escribieron un tratado de la pantomima, dividido en cuatro partes: La Cordacia (comedia), Emelia (tragedia), Sicina (sátira) e Itálica (composiciones mixtas). Esclavo de Mecenas y después su liberto, llegó a ser su amigo íntimo; fue el iniciador de un nuevo género pantomímico en el que dominaban los más tiernos sentimientos, pero sin llegar a lo trágico, que el pueblo romano acogió con entusiasmo y proclamó a Batilo su autor favorito. Si bien menos numerosos, Pílades tenía también sus partidarios llegando la enemistad entre unos y otros a tomar tales proporciones que llegaron a las manos varias veces en el mismo teatro. Esto, unido a la insolencia de que en ocasiones hizo Pílades ante el público, indujeron a Augusto a desterrarle de Roma, con gran contentamiento de los amigos de Batilo. Perdonado años después por Augusto, Pilades pudo volver a Roma a retomar su arte. “Amonestado por Augusto por los disturbios pasados, lleno de confianza, Pilades aseguró a César que le convenía que la gente dedicara su tiempo libre y su entusiasmo al teatro y sus famosas -en ocasiones tristemente célebres -estrellas” (Goldsworthy, p.580).
Con el tiempo, las relaciones con el emperador se enfriaron por causas difíciles de determinar; quizá fue el affaire de Augusto con su esposa, o bien la intercesión del consejero para librar a su cuñado Terencio Varrón Murena de una acusación por traición. Al final, Mecenas se retiró a su palacio del Esquilino, lleno de obras de arte y rodeado de jardines, desde donde se dedicó a sus libros y a sus artistas. Nunca dejo de apreciar a Octavio, aunque ya no volvieron a tener un contacto estrecho.
Así y todo, Mecenas lo nombró su heredero cuando murió en el septiembre del 8 a.C.
A su muerte, la residencia se convirtió en propiedad imperial y, el emperador Tiberio vivió allí a su regreso a Roma en 2 a.C. Se cuenta que Nerón observó como ardía Roma a la distancia desde los balcones de la mansión de Mecenas.
No se sabe que fue de Terencia.
Para saber más
Arcaz, J. L. (2018). Mecenas, amigo y protector de poetas, Madrid.
Augusta, L. p. (2014). Mecenas o el poder de las artes. Blog http://augusto-imperator.blogspot.com/2014/03/mecenas-o-el-poder-de-las-artes.html
Andreae, B. (2006). Die Bildnisse des Gaius Cilnius Maecenas in Arezzo und an der Ära Pacis. Mitteilungen des Deutschen Archäologischen Instituts, Römische Abteilung, 112, 121- 161.
Everitt, A. (2008). Augusto: el primer emperador. España: Editorial Ariel.
Redacción. (s/i). Origen e Historia del Mecenazgo. Primeros mecenas en la Edad Media. Retrieved from http://historiaybiografias.com/mecenas/
Goldsworthy, A. (2014). Augusto. De revolucionario a emperador. Madrid: La Esfera de los Libros.
Everitt A. Augusto, pp. 244 ss.
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CASTÁN, Santiago. El papel de la mujer romana en la política del s. I a. C. ¿Influencia política, participación indirecta o influencia social?. RIDROM [on line]. 24-2020. ISSN 1989-1970. p. 540-601.
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Valdés García, Hilda Julieta. Posadas, Juan Luis. Emperatrices y princesas de Roma. (2009) Madrid, Raíces, 239 pp. Nova Tellus, vol 27, n°2, Mx.
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Vivas, G. A. G. (2006). Una matrona romana y un escritor conciso: Octavia y Valeyo Paérculo (VELL. 2, 78, 1). Fortunatae, 17, 33 – 40.
Morris, B R; Williams, R D. The Identity of Licymnia: Horace, “Odes” II.xii Philological Quarterly; Iowa City Tomo 42, N.º 2, (Apr 1, 1963): 145.