El análisis de algunos de los mayores obstáculos que se presentaron en la implementación de medidas similares en España, Italia, Francia y Brasil, puede ayudar a mejorar las expectativas de éxito de una medida recientemente anunciada por el Gobierno.

Las fuentes disponibles mencionan algunos aspectos que podrían ser objeto de interés en la definición de nuestras propias políticas públicas.

 

Recientemente, el presidente Boric presentó su proyecto de presupuesto para 2025, anunciando que el Gobierno destinará más de $480.000 millones a la cartera de Cultura. Entre las iniciativas destaca el Pase Cultural, que otorgará $50.000 pesos a 300 mil jóvenes y personas mayores para ser utilizados en salas de cine, teatros y librerías.

¿Qué se sabe?

Primero, que los beneficiarios deberán cumplir ciertos requisitos. Los jóvenes deben haber sido o ser estudiantes prioritarios al cumplir 18 años, es decir, aquellos provenientes de familias vulnerables. Según el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, más de 300 mil personas podrán acceder al Pase Cultural: 107 mil estudiantes prioritarios y 196 mil personas de 65 años con PGU.

Segundo, que el beneficio se entregará una única vez durante 2025 y tendrá una vigencia de 12 meses desde su activación.

Esta iniciativa podría representar un cambio significativo en la relación del Estado con el financiamiento de las artes.  Ello porque, históricamente, los gobiernos de la Concertación y ahora del Frente Amplio (y también los dos períodos de Piñera, en justicia) pareciera que no han priorizado estrategias para estimular la demanda de productos culturales, centrando sus esfuerzos en reforzar los recursos orientados a la oferta.  Se ha estado pagando “la deuda que Chile tiene con la cultura”. 

De hecho, una medida como el Pase Cultural no estaba explícita en el programa de gobierno del candidato Gabriel Boric, pero se la podía preveer a partir de la frecuente mención de avanzar en la “desfondartización” en la gestión de los dineros que llegan al Ministerio de las Culturas (MINCAP). El animus del programa era quitarle relevancia a los fondos concursables como principal mecanismo para la entrega de recursos a los gestores y artistas.  No había ocurrido nada muy significativo en este ámbito, más allá de la implementación a tropezones del programa de “Puntos de Cultura” (temática que he mencionado aquí https://cristian-antoine.blogspot.com/2021/09/es-una-buena-idea-la-de-los-puntos-de.html  y, aquí https://cristian-antoine.blogspot.com/2022/08/refuerzo-brasileno-la-estrategia-de.html ).

Si bien en el anuncio presupuestario para el 2025 se consigna también un aumento para los fondos concursables históricos, el objetivo parace querer cambiar hacia una subvención directa sin concursabilidad para algunas organizaciones, y un bono para un sector específico de la población.

Como se sabe, los gobiernos de izquierda suelen enfocarse en la creación cultural,  privilegiando fondos de incentivos educativos y financiación directa para creadores e intérpretes. Sin embargo, un “Bono Cultural” que como un voucher se entrega directamente a los usuarios, su suele entender como cambio de paradigma, estimulando el gasto en diversos subsectores al otorgar un subsidio al consumidor.

Cabe mencionar que intervenciones similares han tenido éxito a nivel local en Chile. En Santiago, una chequera de convenios con museos, teatros, cines y librerías ofrece desde hace años descuentos en entradas y compras de libros. Además, el Circuito Cultural Santiago Poniente ha venido promoviendo una “tarjeta club” que otorga gratuidad en el acceso al Museo Nacional de Historia Natural y descuentos en el Planetario de la USACH, Matucana 100, el museo Artequin y el de Arte Contemporáneo. El INJ, con iniciativas parecidas, ha beneficiado a miles de jóvenes en todo el país.

Consumo cultural de personas jóvenes

Un “pase cultural”  como el proyectado tiene como objeto la entrega de un aporte dinerario para estimular el consumo juvenil de arte y cultura, pues se interpreta desde el decisor de la política pública que es la falta de recursos lo que impide o dificulta el acceso de un sector específico de la población a bienes y productos culturales.  

La desigualdad se expresa en cómo se distribuyen los recursos entre las personas, incluyendo ingresos, educación, salud, empleo, vivienda u otros. En la literatura sobre la materia existe abundante evidencia del significativo impacto que las desigualdades sociales tienen en la participación cultural, en especial cuando esta es medida en términos de asistencia a actividades artísticas tradicionalmente (Pérez Morgado, 2017) 

Pérez Morgado, Paula. Acceso temprano a actividades artístico-culturales y participación cultural en la adultez. (2018). Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Valparaiso. 

¿Qué sabemos del consumo de arte y cultura en este segmento?   El Informe Anual de Estadísticas Culturales 2020, elaborado por el MINCAP junto con el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), proporciona una visión detallada del consumo cultural en Chile. Incluye datos sobre la participación en actividades culturales, el acceso a bienes culturales y la producción cultural. A esta fuente se suma el Informe Anual de Estadísticas Culturales 2022, también del Ministerio de las Culturas y el INE.  Los recursos mencionado destacan la participación cultural de los jóvenes. Se observa un aumento en el consumo de contenidos digitales y una mayor participación en eventos culturales en línea, especialmente durante la pandemia.

Según estudios recientes, los jóvenes en Chile, en general, muestran un interés creciente por las artes digitales y los eventos culturales en línea. La pandemia aceleró esta tendencia, con un aumento significativo en el consumo de música, cine y literatura a través de plataformas digitales.

Los jóvenes chilenos, más allá de los segmentos seleccionados, participan activamente en festivales de música, exposiciones de arte y talleres creativos. Estos eventos no solo se concentran en las grandes ciudades, sino que también se están expandiendo a regiones más pequeñas, facilitando el acceso a una mayor diversidad de ofertas culturales.

La participación en eventos culturales en línea ha crecido, con muchos jóvenes asistiendo a conciertos virtuales, exposiciones de arte y talleres creativos. Esta tendencia ha permitido una mayor accesibilidad y diversidad en la oferta cultural, llegando a regiones más alejadas y a una audiencia más amplia.

Para estimular el consumo cultural de los jóvenes más desfavorecidos, la Red Cultura en Chile, por ejemplo, busca fortalecer iniciativas culturales locales, promoviendo la participación comunitaria y facilitando el acceso a actividades artísticas y culturales para estos jóvenes.  Se ha estudiado como durante la pandemia, el consumo de contenidos culturales digitales aumentó significativamente entre todos los grupos socioeconómicos. Sin embargo, los jóvenes de sectores más desfavorecidos enfrentaron desafíos adicionales, como la falta de acceso a dispositivos tecnológicos y conexiones a internet de calidad. A pesar de estos obstáculos, se observó un incremento en la participación en eventos culturales en línea, lo que ha permitido una mayor accesibilidad y diversidad en la oferta cultural.

Una idea que ya se ha intentado hacer en otros países. 

Hay antecedentes que muestran como algunas iniciativas destacadas en Europa y Latinoamérica, han buscado estimular el consumo cultural entre los jóvenes de grupos socioeconómicos más desfavorecidos. 

Para Europa, por ejemplo, se suele mencionar el Bono Cultural Joven en Francia.  El gobierno francés implementó hace unos años una tarjeta cultural gratuita para jóvenes de 18 a 20 años, con un valor de 300 euros. Esta tarjeta puede ser utilizada para comprar discos, libros, entradas para teatro y cine, entre otros. La financiación es mixta, con un 20% de fondos públicos y un 80% de apoyo privado. El 18app de Italia, iniciado en 2016, otorga 500€ a los jóvenes que cumplen 18 años para gastar en productos culturales como libros, entradas a conciertos, museos, etc. A diferencia del Bono Cultural Joven, que se divide en tres secciones de gasto, 18app permite utilizar el saldo en 12 categorías distintas. Aunque el programa ha contado con un amplio seguimiento, se ha criticado la falta de estudios que demuestren su impacto real en el sector cultural. También se han planteado dudas sobre su uso fraudulento y la falta de trascendencia como política cultural.

Mientras que el gobierno brasileño, también hace unos años, introdujo una tarjeta que los empleadores entregarían mensualmente a sus empleados para acceder a bienes y servicios culturales, como películas, espectáculos teatrales y libros. Esta medida podría incrementar el consumo cultural en Brasil en unos 319 millones de dólares, mejorando significativamente los ingresos de los artistas y generando nuevos empleos en las Industrias Protegidas por el Derecho de Autor.

Según el ODAI (2010), esta iniciativa beneficiaría a más de 12 millones de personas que hasta ahora no podían participar de este mercado. Como reiteró en su momento el Ministro Juca Ferreira, menos del 20% de los brasileños acceden a la cultura: sólo el 14% va al cine una vez al mes, el 96% nunca ha visitado un museo, el 78% no ha asistido a un espectáculo de danza, y el 93% jamás ha acudido a una exposición de arte.

La discusión se centró en cómo financiar el bono. Según el proyecto de ley, las empresas que declaren renta podrán ofrecer este incentivo mensual a empleados que ganen hasta cinco salarios mínimos (menos de 1.235 dólares al mes). Los trabajadores con ingresos superiores podrán acceder a la tarjeta mensual pagando entre el 20% y el 90% de su valor, dependiendo de sus ingresos.

Otros países también han propuesto medidas similares en los últimos años, algunas de las cuales han sido evaluadas independientemente con resultados prometedores.

El bono cultura joven en España

El estudio de medidas culturales dirigidas a la ciudadanía, como el Bono Cultural Joven, es un tema de investigación limitado el ámbito académico (Carrillo, 2023), sin embargo, si ha estado presente de manera recurrente en numerosos artículos y noticias de prensa que han seguido de cerca sus orígenes y su evolución. Dado que esta medida fue implementada en el año 2022 los análisis exhaustivos que ha recibido son aún escasos, sin embargo, su repercusión a nivel social y sectorial ha sido notable. 

Carillo (2023) ha realizado un análisis exhaustivo del Bono Cultural Joven, un programa gubernamental español lanzado en 2022 para promover el acceso a la cultura entre los jóvenes de 18 años. El Bono Cultural Joven se configura como una ayuda económica directa e individual de 400 euros, dirigida a aquellos individuos que alcanzan la mayoría de edad durante el año de implementación de la medida. La medida se ha puesto en marcha inicialmente persiguiendo un doble objetivo: promover el acceso y consumo cultural por parte de los jóvenes y ayudar a los sectores culturales. 

El anuncio inaugural del Bono Cultural Joven se llevó a cabo el 6 de octubre de 2021 durante la cumbre de la Unión Europea y los Balcanes Occidentales en Brdo, Eslovenia, por medio de una exposición pronunciada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Durante este evento, se hizo pública la presentación de una subvención directa de 400 euros destinada al consumo cultural, específicamente dirigida a jóvenes de 18 años, sujeta a la aprobación de los Presupuestos Generales. Durante este anuncio, se establecieron los fundamentos de dicha subvención, tal y como fue expuesto por el presidente del Gobierno: “Como se hace en Francia, como se hace en Italia, se proporcionará una subvención directa a todos aquellos jóvenes que pasen de 17 a 18 años y sean mayores de edad”.  La importancia del anuncio del Bono Cultural Joven se encuentra intrínsecamente ligada al contexto social, económico y mundial que caracterizaba a España a finales de 2021. En dicho momento, el país se hallaba inmerso en un proceso de recuperación económica tras padecer los devastadores efectos de la pandemia de COVID-19. Además, se enfrentaba a desafíos significativos en términos de salud pública, crisis política y social. 

Según el análisis realizado en “Evaluación y optimización del Bono Cultura Joven: propuesta de transformación para maximizar su impacto”, los mayores obstáculos para la correcta implementación del Bono Cultura Joven tienen que ver con el complejo proceso de solicitud, ya que uchos jóvenes y empresas consideraron el proceso de solicitud como un obstáculo para acceder a la ayuda. Los requisitos como el DNI electrónico, el Certificado Digital y la Cl@ve Pin  dificultaron el proceso, especialmente para aquellos que aún no cumplían 18 años. Además, la solicitud solo se podía realizar a través de un ordenador, lo que no tuvo en cuenta la brecha digital.

Otro problema disgnósticado fue el derivado de la estructura y distribución desigual del Bono. La división del bono en tres grupos provocó una concentración del gasto en sectores como festivales de música y videojuegos, dejando de lado a otros como la ópera, museos o revistas. Además, la dificultad para que pequeños comercios se adhirieran al programa, debido al largo proceso de incorporación, favoreció a las grandes empresas.

El bono español no tuvo en cuenta la brecha territorial existente en España. En 17 de las 52 provincias no se llegó a los 2.000 receptores, la mayoría en la España vaciada. La escasez de oferta cultural en estas regiones, la imposibilidad de adquirir productos a distancia y la falta de transporte incluido en la ayuda limitaron su impacto.

En el inventario de problemas detectados destaca también la campaña de publicidad deficiente. Se ha estimado que la campaña de promoción del bono fue débil y se lanzó tarde, lo que contribuyó a la falta de adhesión. La inversión y el enfoque fueron insuficientes, y no se aprovechó la publicidad en lugares estratégicos como centros de estudios. 

La inclusión de videojuegos, espectáculos como conciertos de reguetón y plataformas como Netflix o Amazon Prime generó críticas, cuestionando la definición de cultura que debía abarcar la ayuda. Además, se detectaron casos de reventa de productos adquiridos con el bono, lo que evidenció un uso fraudulento de la ayuda.

El análisis también destaca la falta de impacto y trascendencia de la medida, la necesidad de una evaluación y seguimiento constantes, y la importancia de una mayor implicación de los sectores culturales y las organizaciones juveniles. 

Lucha contra el Desempleo
Una iniciativa parecida viene impulsando desde hace algunos años el gobierno vasco en la España bilbaína. Están intentando combatir el paro juvenil, pero también incentivar el consumo. El gobierno esta repartiendo gratuitamente a los jóvenes de la región bonos de compra de productos culturales o artísticos. Los vales son similares a los distribuidos ya en lugares como Andalucía o Bélgica. El cheque regalo sólo podrá canjearse en los comercios cuando se compre un producto cultural -véase libros o discos- o una entrada para asistir a recintos como cines, teatros, museos y salas de conciertos.
El gobierno socialista de Bilbao está preocupado por el difícil momento que atraviesa el sector cultural en ese país. Uno de los grandes perjudicados es el cine. Al daño que hacen la televisión y las descargas gratuitas de películas a través de Internet, se le ha unido ahora el terremoto económico global.
Si los ciudadanos reducen su gasto en ocio, lo normal es que dejen de acudir a las salas. Y es lo que ha ocurrido en muchos casos. Lejos quedan los cerca de ocho millones de espectadores que sumaban al año los cines vascos en 2002. Ahora son tres millones menos. Al menos, este ejercicio no está siendo nada malo.
Se trata de un documento parecido al de las entradas que emiten los cajeros y, aunque cada vale costará 25 euros, tendrá un valor de 40. Esos 15 euros de diferencia los pondrá el Gobierno vasco, que ha destinado un millón 150 mil euros para esta iniciativa, los cuales se reparten en 76.666 bonos que se podrán adquirir hasta una fecha límite.
A la iniciativa vasca se han adherido un total de 252 establecimientos, entre los que se encuentran 196 librerías, 17 tiendas de música, 7 museos, 6 salas de conciertos, 19 teatros y 7 salas de cine, en los que se podrá adquirir los productos (Garmendia, 2009). Con los vales se permite obtener libros, música, entradas de cine y espectáculos en vivo o tarjetas de fidelización, quedando fuera del programa objetos de papelería, libros de texto, profesionales o de estudios, informática y electrónica o juegos y videojuegos. El bono ha de ser consumido en un único establecimiento y, si la compra es inferior a 40 euros, no se devolverá la diferencia en metálico. En cambio, si la suma es superior a ese importe, el propio consumidor complementará lo que falte con dinero propio.
Por nuestra parte, pese a los mil millones aportados directamente por el Estado al Teatro a Mil (con Muñeca Gigante y Tío Escafandra incluidos, y eso sin sumar el aporte indirecto del mismo erario que deja de recibir los impuestos que las empresas patrocinadoras han hecho al mismo evento), la mayoría de las salas de teatro chilenas bajaron el porcentaje de ocupación de 85 a 30 por ciento. Es decir, el 70% de las sillas están vacías la mayor parte del año.
En Chile lo intentó hacer Piñera. 
Durante la administración de Sebastián Piñera, algunas iniciativas interesantes en materias de financiamiento público de la cultura se dejaron traslucir en la prensa de manos de las autoridades de la institucionalidad cultural chilena. En efecto, Luciano Cruz Coke, quien oficiara como Ministro de Cultura, consultado sobre las fórmulas que promovería para mejorar el consumo de bienes culturales -tan sensible a las oscilaciones de la situación económica- manifestó su interés por los subsidios a la demanda de bienes y servicios culturales (a través de bonos o chequeras culturales), como los que por esas fechas promovía entusiastamente el gobierno brasileño).  
Su idea, sin embargo, denominada Vale Cultura, no se materializó.  Pese a que el gobierno trajo a Chile a algunos personeros brasileños para una “transferencia de experiencias”, no prosperó.  Los opositores de la época lograron instalar que una medida como este voucher iba a favorecer a las empresas con fondos públicos, una muestra más del neoliberalismo galopante de esos años a los que había que oponerse.  Sectores conservadores, por su parte, pusieron en duda la legitimidad de unos “vales” que podrían usarse para películas porno o para comprar comic.  Con ese ambiente tan estimulante, la alternativa se desecho. 

Políticas sin sustento

EL PROBLEMA NO ES ENTREGAR DINERO, EL PROBLEMA SON POLITICAS PUBLICAS SIN SUSTENTO TÉCNICO, PUES SE TRATA DE DECISIONES POLITICAS QUE CUESTAN CARO A LOS CONTRIBUYENTES Y NO SOLUCINAN LO  QUE PRETENDEN CORREGIR.

Y este es uno de los principales problemas. Como he tenido ocasión de señalarlo en otras ocasiones, la necesidad de rendir cuentas del gasto/inversión en cultura por parte de las autoridades públicas, se ha vuelto un imperativo. La rendición de cuentas ha propiciado el desarrollo de la evaluación de las políticas públicas, cuyo objetivo principal es determinar la eficiencia de las mismas. Llamado ” cultural policy analysis“, lo que se busca es  determinar lo que hacen los gobiernos,  porqué lo hacen y qué resultados obtienen, cuando ocupan recursos extraídos de los contribuyentes en el sector. 

Y es un problema para nosotros los chilenos, pues no abunda la  producción y uso de información especializada que sirva para la toma de decisiones y, para que la ciudadanía, pueda hacerse una idea cabal del destino ulterior de los recursos.  Contr con información  se convierte entonces en una tarea de inmediata importancia, en tanto ella contribuirá a responder preguntas básicas de la gestión pública, como: ¿qué vale la pena hacer?, ¿qué hacer utilizando bien los recursos?, ¿para quién hacerlo?, ¿se está actuando en la dirección adecuada?, ¿dónde están las mayores carencias?, ¿dónde las mayores potencialidades?, ¿qué hay que hacer de manera urgente?, ¿dónde focalizar los recursos?, ¿qué podría posponerse?, etc., preguntas que en otros ámbitos de política pública están más o menos resueltas, y que para el campo artístico cultural es necesario responder y justificar. 

¿Y todo ello para qué? 
Bueno, para evaluar las políticas públicas. Para hacerlas mejores y más eficientes. Para saber en definitiva que nuestro dinero está siendo bien invertido y que cada peso que se gasta en cultura rinde por dos o por tres. El gobierno no gasta “su dinero” en cultura, el que gasta es “nuestro dinero” y, salvo que alguien sea muy insensato, es razonable exigir que se ocupe bien.
Evaluar los efectos de las intervenciones públicas contribuye a mejorar la racionalidad instrumental de la implementación de las políticas públicas, permitiendo conocer mejor la realidad sobre la que el decidor estatal interviene, instando a la realización de análisis de la eficacia de la acción gubernamental (Rausell Koster, 2004).  
Sabemos muy poco sobre las relaciones causales en el ámbito de la cultura, funcionamos a base de consensos y tópicos no demostrados empíricamente. Analizar las políticas públicas que el Estado de Chile realiza en el ámbito cultural nos permitirá responder si lo estamos haciendo de la mejor manera posible en la implementación de las políticas culturales, si lo que estamos haciendo con los recursos del erario corresponde a los criterios de equidad que debiera informar la aplicación de las políticas públicas y, si en efecto esas intervenciones públicas contribuyen a la participación y a la democracia cultural.
No obstante, habida cuenta la poca experiencia local en evaluar independientemente las áreas de intervención del sector público, los campos del arte y la cultura, tienen aun experiencia escasa en Chile.
Lo que ocurre es que sobre políticas culturales se habla mucho, se escribe poco y se investiga menos aún. De alguna manera, las políticas culturales forman parte todavía de la región más débil de las políticas públicas.
Algunas evaluaciones  de programas como el Pase Cultural

Si bien las fuentes proporcionan información sobre el Bono Cultural Joven en España y lo comparan con programas similares en Italia (18app) y Francia (Pass Culture), no profundizan en evaluaciones académicas específicas de estos programas.

Sin embargo, las fuentes sí mencionan algunos aspectos que podrían ser objeto de interés en la definición de nuestras propias políticas públicas:

  • Impacto del Bono Cultural Joven en los hábitos de consumo cultural: Las fuentes mencionan que el Ministerio de Cultura y Deporte de España está analizando datos para comprender estos hábitos, pero no se detalla ningún estudio académico específico. Sería interesante explorar si el bono ha generado un cambio a largo plazo en la participación cultural de los jóvenes.
  • Efectividad del Bono Cultural Joven en comparación con otros programas: Se menciona que el programa francés Pass Culture se basa en un seguimiento constante y una reformulación basada en la evidencia [nuestra conversación], lo que sugiere la existencia de evaluaciones. Un análisis comparativo de las evaluaciones de estos programas podría ofrecer información valiosa para futuras implementaciones.
  • Impacto del Bono Cultural Joven en la industria cultural: Las fuentes mencionan la importancia de medir el impacto del bono en la industria cultural, pero no se citan estudios concretos. Un análisis económico del impacto del bono en diferentes sectores culturales podría ser relevante.

En consecuencia, los programas de estímulo a la demanda cultural en jóvenes son iniciativas relevantes para fomentar el acceso a la cultura y apoyar al sector. Sin embargo, es fundamental una planificación adecuada, una gestión eficiente y una evaluación continua para asegurar su éxito y maximizar su impacto. La experiencia de otros países como Francia ofrece ejemplos de buenas prácticas que podrían ser consideradas para mejorar la implementación de estos programas. 

Iniciativas como estos voucher concebidos como mecanismos de estímulo directo a la demanda, deberán enfrentar empero numerosos problemas en nuestros países, radicados sobre todo en la falta de comprensión de cuestiones elementales de economía de la cultura. Obviamente, significa abandonar y/o atenuar políticas culturales con clara vocación asistencialista hacia la producción y los oferentes de los mercados culturales, para dar espacio ahora a las audiencias y sus necesidades concretas. Y esta decisión, por lo visto, es independiente del signo político de los gobiernos, pues tanto cruza a la izquierda como a la derecha.

Serán los consumidores s quienes terminarán definiendo los contenidos que se producirán y distribuirán en el circuito cultural. La tecnología hará posible, por ejemplo, que la utilización de la tarjeta magnética o las chequeras permitan establecer una base de datos con información sobre los bienes culturales más consumidos por la población y el perfil de los demandantes para que posteriormente esta información sea un insumo a la hora de formular las correspondientes políticas públicas.

Como lo ha señalado una política española, el estímulo del consumo cultural es imprescindible, no sólo para hacer frente a la actual situación en la que se ha reducido el gasto privado y a la que no es ajena el sector de la cultura, sino para garantizar un futuro sostenible para creadores y empresas culturales, tanto en su vertiente económica y laboral, como en lo que se refiere a su independencia creativa.

Referencias y Citas

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